La Ilíada es una obra que encuadramos dentro del primer género literario, la épica, que originalmente era oral y que, al pasarse por escrito, pasó a repartirse en torno a dos tomos principales, como son la Ilíada y la Odisea. El que hoy me ocupa, como bien ilustra el título, es el de la Ilíada , tomando la ciudad de Troya como escenario. Troya es el gran mito de la catástrofe, dado que las invasiones vividas por los troyanos se vieron como un cataclismo entre sus habitantes. Los poemas épicos que componen la Ilíada cuentan hazañas de héroes que, en realidad, son marionetas en manos de los dioses que, al tener conflictos entre sí, conceden la fortuna y la desventura a los diferentes personajes. Éstos siempre se mueven en la dialéctica de la afrenta y la venganza. Estos personajes, además, no tienen un carácter heterogéneo, es decir, ni son completamente buenos, ni tampoco del todo malos, se ven envueltos en circunstancias de las que no pueden escapar; de ahí que formen parte de la tragedia, actúen del modo en el que actúen, nada podrá salvarlos de su inevitable destino trágico.
En esta obra tenemos varios ejemplos de esto que llamamos su propia tragedia buscada por ellos mismos, como es el caso de Héctor. Ante los ojos del lector se presenta como un héroe fornido e imbatible, sin moral alguna a la hora de despedazar a sus adversarios y, sin embargo, le pierde su marcado sentido de la responsabilidad, ya sea suya o de su hermano Paris, quien representa, por su parte, al hombre cobarde que, en un acceso de valentía, se entrega a su destino trágico, a la muerte tardía.
Raquel Suela