Antígona (441). La escena acontece en Tebas. Etéocles y Polinices, hijos de Edipo, se han dado muerte recíprocamente, y Creonte, el nuevo rey, ha ordenado que Polinices sea dejado insepulto. Pero para Antígona, hermana de ambos muertos, las leyes divinas están por encima de las humanas, y transgrede las órdenes del rey. Creonte ordena encerrarla viva en un antro de piedra. Con ella, sin embargo, se ha hecho encerrar sin saberlo su padre el hijo de Creonte, Hemón, prometido de Antígona. Cuando el viejo adivino Tiresias lo reconviene con terribles palabras, el rey, inquieto, ordena abrir el antro, pero Antígona acaba de ahorcarse y Hemón se quita la vida ante los ojos de su padre. Incapaz de soportar el dolor por la muerte de Hemón, Eurídice, su madre, se da muerte a su vez.
Filoctetes (409). El oráculo ha revelado que para tomar Troya es necesaria la ayuda del arquero Filoctetes con el arco prodigioso que le diera Heracles. Pero Filoctetes está lleno de rencor hacia los aqueos que lo abandonaron en la desierta isla de Lemno cuando se hallaba enfermo a causa de una herida, y se niega a seguirlos. Ulises marcha entonces a Lemnos con el joven Neoptólemo, hijo de Aquiles, el cual, fingiéndose enemigo de los aqueos, deberá convencer a Filoctetes para seguirlo. Pero, cuando ya parece haber logrado su propósito, Neoptólemo, presa de una sincera amistad por el desdichado, no tiene corazón para llevar a cabo el engaño y le revela las maquinaciones de Ulises. Filoctetes, a pesar de sentirse conmovido por la lealtad de Neoptólemo, se niega airado a partir. Sólo Heracles, al aparecerse a su amigo, logrará convencerlo para que siga a Neoptólemo a Troya.
Edipo Rey (430-425). Gracias a haber logrado desvelar los enigmas de la Esfinge, Edipo reina en Tebas casado con Yocasta, viuda del rey Layo, y padre de cuatro hijos: Etéocles, Polinices, Antígona e Ismene. La ciudad está siendo devastada por una terrible peste y el oráculo de Delfos ha aconsejado, para alejar el flagelo, descubrir al asesino del rey Layo. A través del adivino Tiresias y de la misma Yocasta se aclara, al fin, toda la concatenación de los hechos ocurridos: Layo y Yocasta confiaron al pastor Pólibo el hijo nacido de ambos, para que lo matase. Habían querido evitar así el cumplimiento de la profecía según la cual el pequeño acabaría por asesinar a su padre. El chiquillo fue, sin embargo, perdonado y resulta ser precisamente Edipo, el cual sabe así que Layo, su padre, es el hombre al que él mismo dio muerte en una refriega en el camino de Tebas. Yocasta, al saber que, además de esposa, es también madre de Edipo, se ahorca horrorizada, y Edipo se arranca los ojos para no ver nunca más el sol, testigo de su crimen. Luego se aleja de Tebas confiando sus hijos y el reino a su cuñado Creonte.
Edipo en Colono (406). Al demos de Colono, próximo a Atenas, en el bosque sabrado de las Euménides, llega Edipo anciano y ciego, bajo la guía de su hija Antígona. Salen a su encuentro varias personas: su hija Ismene, que le refiere la disputa surgida entre Etéocles y Polinices; Teseo, rey de Atenas, que acoge benévolamente a Edipo; su cuñado Creonte, que querría hacerlo volver nuevamente a Tebas; y Polinices, que anuncia su intención de pelearse con Etéocles, en vano reprendido por las hermanas. En el trueno que estalla de repente Edipo reconoce, mientras tanto, la señal -vaticinada por el oráculo- de su muerte próxima: se adentra en el bosque con Teseo y luego desaparece de forma misteriosa.
Electra (413). La escena tiene lugar en los confines de la Argólida, en casa del campesino Auturgo al que Electra, hija de Agamenón y Clitemnestra, ha sido entregada como esposa por su madre y por Egisto, el nuevo marido de ésta y su cómplice en el asesinato de Agamenón. Electra se muestra casi resignada y adaptada ahora ya a su humilde condición, gracias también al noble comportamiento de su esposo; mas su furor se excita nuevamente con la llegada inesperada de su hermano Orestes, acompañado del fiel Pílades. Junto con un viejo eslavo que fuera ayo de Agamenón, los dos hermanos planean vengarse. Orestes parte. Un mensajero anunciará poco después que, según los planes, el joven ha dado muerte a Egisto mientras éste se hallaba ocupado en un sacrificio. Cuando vuelve, trayendo consigo el cuerpo de Egisto, Orestes siente el ánimo oprimido por el delito apenas cometido; Electra lo alienta y lo hace entrar en casa, donde deberá llevar a su término la venganza. Se presenta, en efecto, Clitemnestra, atraída por Electra con el falso anuncio de una reciente maternidad suya, y es introducida en la casa. Es aquí donde Orestes, aunque renuente y horrorizado de sí mismo, la mata. Sobre la casa del crimen se posan los Dioscuros, los divinos parientes de Clitemneestra, que exhortan a ambos matricidas a que abandonen Argos.