lunes, 24 de octubre de 2011

45. Comedias de Plauto


Anfitrión. Júpiter, enamorado de Alcmena, ha adoptado el aspecto de su esposo Anfotrión, que ha partido para la guerra. Mientras se halla en el lecho de Alcmena, regresa Anfritrión con su esclavo Sosia. Mercurio, que vigila celosamente la casa bajo el disfraz de Sosia, llega a hacer dudar al verdadero Sosia de su propia identidad. Anfitrión, por su parte, comprende que Alcmena ha aceptado a algún otro en su lugar. Mas cuando la acusa de infidelidad, Júpiter explica la situación a su amada, le promete un hijo héroe e interviene en su ayuda deteniendo a Anfitrión con un rayo. Una doncella anuncia que Alcmena ha dado a luz dos gemelos, uno de los cuales, nacido de Júpiter, será Hércules. La voz del propio Júpiter, desde los cielos, aclara luego el engaño a Anfitrión, que se somete a la voluntad del padre de los dioses.
Menaechmi. La acción gira en torno a los equívocos que origina la confusión personal entre dos hermanos gemelos. Un mercader de Siracusa que ha ido a Taranto con uno de sus hijos gemelos, Menecmo, pierde a su niño entre la multitud y muere por ello de dolor. Menecmo, recogido por un mercader de Epidamno y criado por él, hereda sus riquezas y vive en Epidamno con una mujer celosa y una hermosa amante, Herocio. Su hermano, mientras tanto, llamado también Menecmo por su abuelo, se presenta en Epidamno y es confundido con el primer Menecmo por el parásito Penicolo, por Herocio y hasta por la propia mujer de su hermano. Menecmo “segundo” cree que la causa de sus incomprensibles aventuras es el hecho de haberle gustado a una cortesana (Herocio). Menecmo “primero”, en cambio, tiene que hacer frente a la furia desatada de una esposa celosa y de un suegro que lo tiene por loco. Finalmente, los dos hermanos se reconocen y deciden regresar juntos a Siracusa, una vez hayan vendido en pública subasta los bienes y también a la mujer de Menecmo “primero” (si son capaces de encontrar quien la compre).
Miles gloriosus. En Éfeso, el soldado Pirgopolinices, valentón y vanidoso, ha raptado a una muchacha, Filocomasia, que es amada por Plausicles. Para arrebatársela, Plausicles, con la ayuda de su amigo Periplecómeno y de su esclavo Palestrión, organiza una enrevesada burla, haciendo pasar a la cortesana Acroteleuzia como mujer de Periplecómeno pero enamoradísima de Pirgopolinices. Éste, convencido de haber hecho una conquista atractiva, despide a Filocomasia. Mientras, Periplecómeno, fingiendo indignación ante el atrevimiento de Pirgopolinices, hace que sus esclavos le den una paliza. Un cierto relieve tiene el personaje del parásito Artotrogo, maestro en hacer al perdonavidas de Pirgopolinices una relación de sus imaginarias e hiperbólicas cualidades.
Asinaria. Demenetes es un viejo vicioso y descarado, tiranizado por una esposa rica cuyo administrador, el esclavo Saurea, cuenta en su propia casa más que él. Su hijo Argiripo, enamorado de Filenia, necesita veinte minas para entregárselas a la madre de la muchacha, una rufiana sin escrúpulos. Con el auxilio de su padre y de los esclavos Líbano y Leónidas, Argiripo consigue, haciendo pasar a Leónidas por Saurea, el producto de la venta de ciertos asnos realizada por la madre. Pero esta, puesta sobre aviso por un amante desilusionado de Filenia, irrumpe en casa de la muchacha sorprendiéndose de encontrar de francachela tanto al marido como al hijo.
Aulularia. Euclión, un avaro que se hace pasar por muy pobre, encuentra un día una olla llena de oro debajo del hogar de su casa. A partir de ese momento pierde la paz por miedo a que la olla sea descubierta y robada. Su rico vecino Megadoro le pide por esposa a su hija Fedra y Euclión accede, aunque ignorando que Fedra, violada por un desconocido durante las fiestas en honor a Ceres, está esperando un hijo. El desconocido es Licónides, sobrino de Megadoro, que, al tener conocimiento de las próximas nupcias del tío, confiesa a Euclión su culpa, pidiendo a su vez por mujer a Fedra. Entre tanto Estróbilo, esclavo de Licónides, ha descubierto la olla y la ha robado, aunque está dispuesto a entregársela a su legítimo dueño a cambio de la libertad. Se ha perdido el final de la comedia.