sábado, 26 de octubre de 2013

Cuestiones de literatura griega y romana

1.      Etapas y géneros de la literatura griega.
2.      Épica heroica arcaica griega.
3.      Épica didáctica arcaica griega.
4.      Épica helenísitica.
5.      Lírica arcaica griega.
6.      Lírica helenística
7.      Tragedia clásica griega.- Características.- Ciclos míticos.
8.      Esquilo: Los Persas, Los siete contra Tebas.
9.      Sófocles: Edipo rey, Antígona
10.   Eurípides: Hipólito, Medea
11.   Comedia clásica griega.- Características.
12.   Aristófanes: Lisístrata, Las nubes.
13.   Comedia helenística: Menandro.
14.   Historiografía clásica: Heródoto.
15.   Historiografía clásica: Tucídides.
16.   Historiografía clásica: Jenofonte.
17.   Oratoria clásica: Demóstenes y Esquines. Lisias y el costumbrismo.
18.   Literatura griega de época imperial: Plutarco, Luciano, Heliodoro.
19.   Etapas y géneros de la literatura romana.
20.   Épica heroica arcaica: el verso saturnio.
21.   Épica didáctica arcaica: Lucrecio y el hexámetro.
22.   Épica heroica clásica: Virgilio, Ovidio.
23.   Épica didáctica clásica: Virgilio.
24.   Épica heroica postclásica: Lucano.
25.   Lírica romana arcaica: Catulo.
26.   Lírica romana clásica: Virgilio, Horacio.
27.   Lírica romana clásica: Ovidio, Tibulo, Propercio.
28.   Teatro arcaico romano: Plauto (Anfitrión, Aulularia), Terencio.
29.   Tragedia romana postclásica: Séneca.
30.   Historiografía romana clásica: Julio César, Tito Livio, Salustio.
31.   Historiografía romana postclásica: Tácito, Suetonio, Amiano Marcelino.
32.   Novela romana: Petronio, Apuleyo.
33.   Sátira romana y epigrama: Juvenal, Persio, Marcial.

34.   Oratoria romana: Cicerón.

martes, 19 de febrero de 2013

Poetas románticos ingleses



POESÍA ROMÁNTICA INGLESA

Los precedentes se remontan a la década de los 40 del siglo XVIII. Autores como Edward Young (Noches) o Thomas Gray (La elegía) mostraban ya la tendencia a la melancolía, el sufrimiento y los símbolos crepusculares.
Las supercherías de James MacPherson llegaron más lejos. Este poeta inventó la figura de un bardo medieval, Ossian (el que lee Werther), que extendió el amor por el exotismo medieval, la sugestión del ritmo y, sobre todo, el tono folklórico, popular, que defendería la generación romántica.
Circunstancias en las que se desarrolló el romanticismo en Inglaterra:
-        Las revoluciones ya estaban hechas. El país vive en prosperidad y aislamiento.
-        Al contrario que en Francia, el poeta inglés siente un genuino amor por la vida campestre. No es la naturaleza arrebatada de Goethe, sino un ámbito de placer y vida regalada, más en la línea de la naturaleza renacentista.
-        La filosofía económica de Adam Smith establece que la suma de los egoísmos naturales producirá el bien mayor –o el mal menor- y permitirá una mayor actividad productiva.
-        El término ‘romantic’ tiene en inglés el sentido de novelesco. Los poetas no se llaman a sí mismos románticos.
-        Hay un buen mercado para la lírica. Florece el poema largo, narrativo, muchas veces en entregas que se vendían por la calle. Sin embargo, en los años 30, de pronto, se desploma el mercado del poema narrativo. Poetas como Walter Scott dejan de escribirlos para dedicarse a la novela, ahora favorita del público.
Cinco grandes poetas románticos ingleses:
  1. Los lakistas, así llamados por haber vivido en una región del norte de Inglaterra: Wordsworth y Coleridge.
    1. Trataban de probar “hasta qué punto el lenguaje de la conversación en las clases medias y bajas de la sociedad sirve para los propósitos del placer poético.
    2. Wordsworth busca los spots of time, lo que Azorín llamaría los primores de lo vulgar, pero también el paisaje trascendente, simbólico, significativo, y la reflexión del alma frente a la naturaleza.
    3. Para Coleridge, la lírica es “emoción recordada en tranquilidad”. Es decir, la emoción es contemplada en la memoria. El recuerdo provoca otra emoción, que incluye la primera emoción pero no se identifica con ella. El poeta está distanciado, y aporta la nueva emoción del tiempo transcurrido.
    4. La poesía es un placer moral e intelectual, y debe acercarse a la prosa.
    5. Coleridge dejó a Wordsworth, con quien había escrito las Lyrical ballads en 1798, para estudiar en Alemania. Adicto al opio, dice haber escrito el poema Kubla Khan bajo sus efectos. En el fondo, Coleridge era más teórico y crítico literario (sobre todo de Shakespeare) que poeta, y se sintió abandonado por la inspiración. Aun así, dejó poemas memorables como la Canción del viejo marino, en la que se inspiraría Poe para su Arthur Gordon Pym.
    6. Wordsworth, en cambio, dejó entre otras obras, sobre todo las Odas, su gran Preludio, modelo de lo que después cuajaría en la prosa poética y en buena parte de la poesía moderna.
  2. Poetas satánicos o rebeldes.
    1. Byron es el poeta romántico por excelencia. Él es su propia obra de arte: marginado, rebelde, atractivo, autodestructivo y extremadamente individualista. Así, dedica un gran poema a Caín, ensalza la figura del Corsario, retoma el mito de Don Juan o entrega la vida por una causa romántica como la guerra nacionalista griega. Su leyenda ha influido más que su poesía.
    2. Shelley es el maestro de la poesía tradicional, de la sensibilidad extrema y, como Keats, del amor por la cultura clásica. Merece la pena recordar su poema Adonis, en la muerte de Keats, así como su participación en la célebre reunión romántica de Villa Diodati, junto con Byron, su esposa Mary o William Polidori, el autor de El vampiro.
  3. John Keats.
    1. Su obra, subjetiva, individualista, aporta un nuevo tono realista cuya composición servirá para la poesía simbolista que, en España, llega hasta Machado.
    2. En 1920 publica, sin éxito, Hiperión, poema épico inacabado en el que se narra la derrota de los Titanes por obra de los dioses olímpicos. También es autor de cinco grandes odas: Oda a una urna griega, Oda a la indolencia, Oda a la melancolía, Oda a un ruiseñor y Oda a Psyque.
    3. Sus composiciones son de gran perfección formal en las que reflexiona sobre el tiempo, la melancolía, el amor y el dolor, o el poder inmortalizador de la belleza, como el caso de la Oda a una urna griega.
    4. Keats habla de la “capacidad negativa” del poeta, que sabe distanciarse y parecer neutral ante lo que dice. Niega que el poeta tenga sustancia propia. Es, más bien, un camaleón: “el poeta lo es todo y no es nada: no tiene carácter; disfruta de la luz y de la sombra”. Para él, un poeta es “el ser menos poético que hay. Siempre está sustituyendo y rellenando otro cuerpo”, como Shakespeare.

sábado, 26 de enero de 2013

Edgar Allan Poe (1909-1940)


(El corazón delator, 2.3)


En Estados Unidos, país en el que vivió casi toda su breve y sobresaltada vida, Edgar Allan Poe llegó a ser considerado, en sus momentos de éxito, sobre todo a raíz de El cuervo, la mejor representación del romanticismo norteamericano. Es cierto que él había partido de poetas románticos ingleses como Byron o Coleridge, cuyo poema El viejo marino tuvo mucho que ver en la novela Arthur Gordon Pym. En Europa, sin embargo, se le consideró ya un poeta moderno, sobre todo a raíz de las traducciones de sus cuentos que escribió Baudelaire, en las que rebajaba el tono un tanto arcaizante de su prosa. Pero El cuervo era, además del mejor ejemplo de romanticismo norteamericano, el poema fundacional de la modernidad europea.
               En su Filosofía de la composición, Poe explica cómo compuso este poema. Nada de raptos líricos ni sorprendentes pesadillas, que sí alimentarían muchos de sus cuentos. El poema no nacía de la necesidad de decir algo sino del modo más conveniente de sugerir algo. Poe no quería contar una historia en ese poema sino crear una atmósfera perfectamente calculada para transmitir una sensación. Su método, el mismo que en sus cuentos, era la atmósfera asfixiante, la extrema precisión en los detalles, el miedo que produce un ruido repetido en medio de la oscuridad, o la obsesión por el ritmo y la rima (nevermore, nevermore). Poe consideraba que la poesía era “creación rítmica de belleza”, una definición que cuadraría perfectamente a todas las escuelas poéticas que surgieron en Europa con Baudelaire. Esta visión de la poesía como un arte combinatoria es coherente con la afición de Poe a las deducciones y los criptogramas, que publicó en diferentes revistas, y que con el tiempo le harían fundar, en Los crímenes de la calle Morgue, el moderno relato de detectives.
               Comparada con su producción en prosa, la obra poética de Poe es bastante escasa. Si Poe comenzó a publicar relatos breves fue por razones económicas. Poe también es pionero en empeñarse  en vivir de la literatura, al precio que fuera. Y el precio, con frecuencia, era muy alto. Poe toleraba mal trabajar para una revista que había multiplicado sus lectores gracias a él y que le pagaba un sueldo miserable. Allí publicaba las más puntiagudas críticas literarias y los relatos más espeluznantes, se ganaba infinidad de enemigos y su carácter colérico, sureño, le jugaba malas pasadas. Sus intermitentes pero terribles batallas perdidas con el alcohol lo terminaban echando de todas las revistas a las que había hecho crecer. Lo contrataban porque era muy bueno, y lo echaban porque era muy raro. De vez en cuando desaparecía unos días y regresaba envuelto en alcohol y lleno de heridas en el cuerpo y, más concretamente, en el cerebro.
               A la altura de 1835, con 26 años, Poe ya es Poe. Ya escribe Berenice, y poco después aparecerán la Narración de Arthur Gordon Pym, Ligeia, su relato breve favorito, o La caída de la casa Usher.  En todas estas obras hay un lado sádico y tétrico que marcarían buena parte de sus más célebres relatos. Sin embargo, como para compensar ese punto de vista y evitar que lo acusasen de morbosidad, escribía también los cuentos analíticos, como El misterio de Marie Roget, donde, no obstante, tampoco renuncia a los detalles escabrosos.
               Su vida es un desastre con frecuencia: pasa temporadas de sosiego y escritura y otras de locura y disipación. Su mujer, prima suya, muy joven, aficionada al canto, ha contraído una tuberculosis galopante que la llevará a la tumba. Poe termina de escribir El cuervo, un poema que lo acompañó toda su vida, y alterna los relatos más novelescos y, digamos, matemáticos (El escarabajo de oro, La carta robada, William Wilson) con el aire siniestro y enloquecido, pero siempre interesante y profundo, de El tonel de amontillado o La verdad sobre el caso del señor Valdemar. Pero unos y otros comparten las obsesiones literarias de Poe: el crescendo infatigable del relato, la ambigüedad que nace de la precisión, la hiperestesia, su extraordinaria inteligencia analítica y su imaginación meticulosa y macabra.
               Poco antes de morir escribió un ensayo de cosmología, Eureka, y un espléndido poema, Ulalume. Murió en circunstancias tan espantosas como sus peores ficciones. Pocos años antes, en una de sus escasas épocas de paz y felicidad, en la felicidad del campo, escribió El entierro prematuro. Su mundo no dependía de sus debilidades sino, como él dijo, al revés: “No me vuelvo loco cuando bebo, sino que bebo cuando me vuelvo loco.” En sus últimos días, con tantas desgracias a cuestas, presentía su fin. Su alto concepto de sí mismo le impidió aprovechar buenas oportunidades de llevar una vida desahogada, pero esa misma soberbia no habría podido imaginar que casi dos siglos después sus cuentos sigan siendo para mucha gente la mejor puerta de acceso a la literatura, en Estados Unidos, en Europa y en el mundo entero.