La literatura rusa del siglo XIX dio una gran importancia al
relato corto. Los grandes autores (Tolstoi, Dostoievski, Turgueniev, Gogol)
nunca dejaron de practicarlo, e incluso habían sido pioneros, con Affanasiev,
en el rescate de los cuentos populares rusos. Pero sería Chéjov (1860-1904),
con sus 400 relatos cortos y unos 70 algo más extensos, quien llevaría el
género del relato realista a la forma que todavía hoy consideramos vigente. Chéjov
fue el primero en limitar sus historias al tiempo de la acción misma y en
revelar de sus personajes solo lo estrictamente necesario para la acción o
situación concreta que narra el cuento. A partir de Chéjov, el cuento ya no
describe profusamente a los personajes, ni cuenta su pasado ni las circunstancias
de su vida. Es la exacta descripción de una escena, de una anécdota sin
aparente importancia, pero muy significativa, una secuencia en la que parece no
sobrar ningún detalle y ser todos símbolo de algo, cuyo argumento queda apenas
esbozado. Es interesante constatar que uno de los más importantes e influyentes
escritores de relatos breves del siglo XX, el norteamericano Raymond Carver, nunca
dudó en señalar a Chéjov como su gran maestro. La grandeza de Chéjov es que
para el teatro contemporáneo tiene una importancia parecida. Sus obras Tío Vania, La gaviota o El jardín de los
cerezos siguen estando entre las piezas clásicas más leídas y
representadas, desde luego mucho más que las de Ibsen.
El
efecto es que el lector presencia una escena corriente que lo llena de
preguntas hacia sí mismo. Los detalles, aparentemente irrelevantes, van
llenando de complejidad al personaje, lo hacen víctima de su propia incapacidad
frente al mundo, y transmiten esa desolación, la sugieren, según la estética
del simbolismo, que en Chéjov llega a una unión perfecta con el realismo.
En la
vida de Chéjov, en su manera de narrar y en los temas que trató influyeron
varios aspectos. Para pagarse los estudios de medicina y contribuir al sustento
de su familia, Chéjov comenzó muy joven con la escritura de relatos cortos. El
hecho de que cualquier personaje, especialmente el hombre corriente, pudiera
ser objeto de sus cuentos ya desde el principio está relacionado con la urgencia
de su escritura y el público al que estaba destinada.
En 1890
Chéjov viajó a la isla Sajalín para
dar testimonio de las condiciones infrahumanas en que vivían los habitantes de
aquella colonia penitenciaria. El resultado de sus investigaciones, descrito
con implacable contundencia, con desgarrada exactitud, pero también con
profunda piedad hacia las víctimas, marcaría para siempre el tono de sus
historias. Chéjov sabe conmover sin juzgar, tan solo con describir. En sus
cuentos no hay ideologías superfluas ni se le dice al lector lo que tiene que
pensar. Tan solo se le sugieren preguntas, no respuestas, aunque a veces, como
en Historia
de un desconocido, las preguntas sean demasiado crudas: “¿Por qué nos
hemos cansado de todo?”. Pero el ambiente que crea Chéjov siempre subraya la monotonía,
el vacío, la rutina, el aburrimiento y la banalidad, los atributos del hombre
corriente que se ve enfrentado a tragedias silenciosas.
Algunos
de sus cuentos más famosos son los siguientes:
En La
estepa cuenta un viaje de un joven a través de la estepa hacia una
ciudad extranjera donde va a estudiar. Los acontecimientos de la narración
apenas tienen importancia, sino el ambiente, la melancolía de la estepa
infinita, el calor sofocante, la monotonía, el cansancio de los viajeros, su
angustia, su soledad, un ambiente enrarecido que suscita conflictos entre
ellos.
En Una
historia aburrida, un profesor, decepcionado consigo mismo, pierde la
fe en su vocación. Para él la vida carece de sentido y es un puro aburrimiento.
Su única amiga, Katia, hija adoptiva, experimenta el mismo vacío, pero cuando
pregunta al padre este solo le sabe responder con un “no sé”. Este tema del
hombre aislado, sin comunicación, amuermado en su filosofía pasiva y resignado
ante su propia ruina, personajes que se dejan caer dulcemente, pero sin poderlo
remediar, es muy frecuente en sus cuentos de madurez.
En La
habitación número 6 se cuenta cómo el doctor Rágin debe ingresar en el
hospital por culpa de un colega que opina que está loco, porque presta atención
a las conversaciones utópicas del paciente Grómov, enfermo mental, de la sala
número 6. A Rágin le parece que Grómov es el único que no está enfermo en
aquella ciudad de provincias. Mientras Grómov ve el sentido de la vida en la
lucha contra el sufrimiento y el dolor y por la felicidad del hombre, el médico
Rágin reflexiona sobre la inutilidad de la existencia. La escena final
simbólica (Rágin se rebela al ver la cárcel de la ciudad por su ventana) también
fue interpretada también en clave revolucionaria.
Chéjov
trató no solo las condiciones miserables y humillantes en que vivían los campesinos,
sino nuestra incapacidad de ser felices. En El reino de las mujeres,
una hija de un obrero, gracias a una herencia, se convierte en la dueña de una fábrica. Ella
desea casarse con uno de los obreros, pero debe abandonar la idea por tratarse
de un plan irrisorio, según la alta sociedad. En Ana al acecho: un hombre
no le hace caso a su mujer, hasta que, un buen día, un alto dignatario se
interesa por ella en un baile. Ella entonces se venga de su marido y hace de él
un esclavo ridículo. En La dama del perrito, quizá su cuento
más famoso, un hombre y una mujer se enamoran apasionadamente y encuentran en
su doble vida la felicidad que no encontraron en sus respectivos matrimonios.
Sin embargo, ninguno es capaz de romper con las ataduras familiares y sociales
y terminan dejándose de ver.
El teatro de Chéjov
Características:
1.
Carácter
estático (en las piezas hay apenas desarrollo).
2.
En cuanto a sus diálogos, el espectador tiene la impresión de que los personajes
hablan sin escucharse, que no se entienden, aunque entiendan muy bien el fondo
de la historia; lo que de veras tiene importancia es lo oculto detrás de las
conversaciones cotidianas y banales. Los diálogos tienden a sustituir a la
acción.
3.
Utiliza símbolos
estables para ambientar la trama. La gaviota muerta en La gaviota representa la vacuidad de la vida. El jardín de los
cerezos representa la vieja Rusia noble, a punto de desaparecer.
4.
Los
personajes más apreciados por el autor son soñadores sensibles que se
quejan de la vida tan agobiante y esperan un futuro mejor, más limpio, más
libre. Los cínicos y los pedantes son representados muy peyorativamente.
Obras:
1.
Tío
Vania. Un profesor emérito se retira con su esposa, bella y joven, a la
finca de su primera mujer, ya difunta. La finca la lleva el tío Vania, que
envidia al profesor. Para Vania, es injusto que tenga que sacrificarse por un
ignorante presumido. Cuando el profesor quiere vender la finca (porque está
cansado de la vida en el campo, de vivir entre “tanta gente ignorante”, casi
sucede una tragedia. El tío se rebela y dispara contra el profesor, pero no da
en el blanco. Vania se reconcilia con el profesor y este se marcha con su
mujer. Al final nada ha cambiado. Ha fallado con los disparos y con su intento
de acto heroico.
2.
El jardín
de los cerezos. La acción se desarrolla a finales del siglo XIX en una
finca con un inmenso jardín de cerezos. La finca, hipotecada, tiene que ser
vendida. Lopáchin, hombre sensato, manda arrancar los árboles del jardín y los
vende al mejor postor. Sin duda alguna, el jardín de los cerezos es el símbolo
de la belleza (sobre todo cuando está en flor), pero también del mundo al cual
pertenece. Si bien la propietaria le tiene cariño al jardín, Lopáchin muestra
su lado utilitario hasta ser casi brutal con ese mundo. La hija, Ana, a pesar
de que le gusta mucho el jardín, puede asimilar su pérdida.