Garcilaso de la Vega (¿1501?-1536)
Cuando me paro a contemplar mi ’stado y a ver los pasos por do m’han traído, hallo, según por do anduve perdido, que a mayor mal pudiera haber llegado; |
mas cuando del camino ’stó olvidado, a tanto mal no sé por do he venido; sé que me acabo, y más he yo sentido ver acabar comigo mi cuidado. |
Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme si quisiere, y aún sabrá querello; |
que pues mi voluntad puede matarme, la suya, que no es tanto de mi parte, pudiendo, ¿qué hará sino hacello? |
Gutierre de Cetina (1510-1554)
Por vos ardí, señora, y por vos ardo, y arder por vos mientras viviere espero, o contraste el deseo el hado fiero, o sea favorable al bien que aguardo. |
Tan a lo vivo a penetrado el dardo de Amor, que cuando menos bien os quiero, por vos deseo morir, y por vos muero, y por vos sola de morir me guardo. |
Vos el primer ardor fuisteis al alma, vos último seréis en la última hora; y creed a mi fe lo que os promete. |
Bien podrá de mi muerte haber la palma, más después se verá, cual es ahora, pasar el fuego mío de allá de Lete. |
Garcilaso de la Vega
En tanto que de rosa y azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, enciende al corazón y lo refrena; |
y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto, por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena; |
coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto, antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre. |
Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera, por no hacer mudanza en su costumbre. |
Luis de Góngora (1561-1627)
De pura honestidad templo sagrado, cuyo bello cimiento y gentil muro, de blanco nácar y alabastro duro fue por divina mano fabricado; |
pequeña puerta de coral preciado, claras lumbreras de mirar seguro, que a la esmeralda fina el verde puro habéis para viriles usurpado; |
soberbio techo, cuyas cimbrias de oro al claro Sol, en cuanto en torno gira, ornan de luz, coronan de belleza; |
ídolo bello, a quien humilde adoro, oye piadoso al que por ti suspira, tus himnos canta, y tus virtudes reza. |
Francisco de Aldana (1537-1578)
De sus hermosos ojos dulcemente un tierno llanto Filis despedía, que por el rostro amado parecía claro y precioso aljófar transparente. |
En brazos de Damón, con baja frente, triste, rendida, muerta, helada y fría, estas palabras breves le decía, creciendo a su llorar nueva corriente: |
«¡Oh, pecho duro!, ¡oh, alma dura y llena de mil durezas!, ¿dónde vas huyendo?, ¿do vas con ala tan ligera y presta?». |
Y él, soltando de llanto amarga vena, de ella las dulces lágrimas bebiendo, la besó… y sólo un ay fue su respuesta. |
Garcilaso de la Vega
A Dafne ya los brazos le crecían, y en luengos ramos vueltos se mostraban; en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos que al oro oscurecían. |
De áspera corteza se cubría los tiernos miembros, que aún bullendo estaban; los blancos pies en tierra se hincaban y en torcidas raíces se volvían. |
Aquel que fue la causa de tal daño, a fuerza de llorar, crecer hacía el árbol que con lágrimas regaba. |
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño! Que con llorarla crezca cada día la causa y la razón por que lloraba! |
Garcilaso de la Vega
Hermosas ninfas, que en el río metidas, contentas habitáis en las moradas de relucientes piedras fabricadas y en columnas de vidrio sostenidas, | |
agora estéis labrando embebecidas o tejiendo las telas delicadas, agora unas con otras apartadas contándoos los amores y las vidas: | |
dejad un rato la labor, alzando vuestras rubias cabezas a mirarme, y no os detendréis mucho según ando, | |
que o no podréis de lástima escucharme, o convertido en agua aquí llorando, podréis allá despacio consolarme. |
Francisco de la Torre (siglo XVI)
¡Cuántas veces te me has engalanado, clara y amiga Noche! ¡Cuántas llena de oscuridad y espanto la serena mansedumbre del cielo me has turbado! |
Estrellas hay que saben mi cuidado, y que se han regalado con mi pena; que entre tanta beldad, la más ajena de amor, tiene su pecho enamorado. |
Ellas saben amar, y saben ellas que he contado su mal llorando el mío, envuelto en los dobleces de tu manto. |
Tú, con mil ojos, Noche, mis querellas oye, y esconde; pues mi amargo llanto es fruto inútil que al amor envío. |