Julieta. (Despertando). ¡Ah, padre, consuelo mío!
¿Dónde está mi señor? Recuerdo muy bien dónde debía estar yo, y aquí estoy:
¿dónde está mi Romeo?
Ruido dentro.
Fray Lorenzo.
Oigo ruido. Señora, salid de ese nido de muerte, peste y sueño antinatural: un
poder más grande de lo que podemos resistir ha malogrado nuestros intentos:
venid, vámonos: tu esposo yace muerto en tu regazo, y también París: ven, te
pondré en un convento de santas monjas. No te pares a preguntar, porque viene
la guardia: vamos, ven, buena Julieta: no me atrevo a quedarme más. (Se va.)
Julieta. Vete,
vete, porque yo no me quiero ir. ¿Qué hay aquí? ¿Una copa apretada en la mano
de mi fiel amor? Ya veo; el veneno ha sido su fin prematuro: ¡ah cruel! ¡Lo has
bebido todo, sin dejarme una gota propicia que me sirviera después! Besaré tus
labios: quizá quede en ellos un poco de veneno, para hacerme morir con un
cordial. (Le besa.) ¡Tus labios están
calientes!