sábado, 24 de septiembre de 2011

3. Listos para pelear.

En seguida el combate les resultó más dulce que regresar
en las huecas naves a la querida tierra patria.
Igual que el voraz fuego abrasa un bosque indescriptible
en las cimas de un monte, y desde lejos brilla la claridad,
así desde el portentoso bronce de los que iban en marcha
el fulgor luminoso ascendió por el éter y llegó al cielo.
Como las numerosas razas de las volátiles aves,
Gansos o grullas o cisnes, de largos cuellos,
en la pradera asiática a los lados de los cauces del  Caistro
revolotean acá y allá gallardas con sus alas, posándose
más adelante entre gritos, y el prado se llena de algarabía,
tan numerosas eran las tribus de los que desde naves y tiendas
afluían a la llanura escamandria;  y por debajo la tierra
pavorosamente resonaba bajo los pasos de los guerreros y los caballos.
Se detuvieron en la florida pradera escamandria,
Incontables como las hojas y flores que nacen en primavera.
Igual que las bandadas numerosas de espesas moscas
que vagan con errantes giros por el pastoril establo
en la estación primaveral, cuando las cántaras rezuman de leche,
tantos aqueos, de melenuda cabellera, frente a los troyanos
se fueron apostando en el llano, ávidos de hacerles añicos.
Como los cabreros a los talados rebaños de cabras
disgregan fácilmente de los ajenos al mezclarse en el pasto,
así los jefes los ordenaban en grupos separados aquí y allá
para ir a la batalla, y en medio el poderoso Agamenón,
con los ojos y la cabeza como Zeus, que se deleita con el rayo,
con la cintura como Ares, y con el pecho como Posidón.
Igual que en la vacada el buey más sobresaliente de todos,
el toro, se destaca entre las vacas reunidas a su alrededor,
así volvió Zeus al Atrida aquel día
destacado entre todos y sobresaliente entre tantos héroes.

Homero, Ilíada, II
Traducción de Emilio Crespo