martes, 27 de septiembre de 2011

17. Pero yo me salvé

Corazón, corazón, de irremediables penas agitado,
!Álzate!. Rechaza a los enemigos oponiéndoles
el pecho, y en las emboscadas traidoras sostente
con firmeza. Y, ni al vencer, demasiado te ufanes
ni, vencido, te desplomes a sollozar en casa.
En las alegrías, alégrate, y en los pesares, gime
sin excesos. Advierte el vaivén del destino humano


Un sayo es quien lleva, ufano, mi escudo: lo eché, sin pensarlo,
junto a un arbusto, al buen arnés sin reproche,
pero yo me salvé. ¿Qué me importa, a mí, aquel escudo?
¡Bah! Lo vuelvo a comprar que no sea peor.


No quiero a un jefe altivo ni que ande dando trancos
ni ufano con sus rizos ni raso encima del labio;
Dadme uno que parezca menudo y patizambo,
y que hinque el pie, y que sea de corazón sobrado


Arquíloco de Paros, Fragmentos