viernes, 15 de mayo de 2020

Orgullo y prejuicio, 2


Por Sara Jarque

CAPÍTULO V

Como hemos visto hasta ahora en el libro, el diálogo sirve para conocer los pensamientos e impresiones de los personajes. Sin embargo, se empieza con una narración en la que se describe a la familia Lucas, que tendrá gran importancia en la obra en cuanto a confidentes de los Bennet.
El señor Bennet supo aprovechar las oportunidades y las relaciones para alcanzar una buena categoría social y llegó a formar parte de la cámara de los lores, pero prefirió instalarse, más tranquilamente, en una casa próxima a la de nuestros protagonistas. El padre tiene un carácter muy agradable y sociable, la madre tampoco parece muy inteligente, en la línea de la señora Bennet. Tienen varios hijos y la mayor, Charlotte, es íntima amiga de Elizabeth, lo que indica
que es lista como ella.
Ambas familias siempre comentan minuciosamente los bailes (se nota que no tenían mucho trabajo las mujeres en aquella época) y en esta ocasión se presenta a una señora Bennet orgullosísima y pavoneándose porque el señor Bingley había escogido a su hija Jane como su favorita, y se lo restriega a las Lucas: Charlotte sólo bailó una vez con él y Jane dos. Esto demuestra la mediocridad de esta mujer y lo presuntuosa que es, ya que piensa que por
haber bailado con su hija un día, ya se va a casar.
Lo que más se destaca en esta conversación es el orgullo del señor Darcy, el amigo de Bingley. Éste, aunque con motivos para tener un alto concepto de sí mismo, ya que es guapo, rico y de buena familia, parece que se pasa un poco, y a partir de ese momento va a ser considerado una persona desagradable en ese ambiente, como comenta Mary, que es la hija pedante de los Bennet, la cual se cree muy lista por el mero hecho de estar siempre estudiando.
Este orgullo de Darcy va a marcar el curso de la obra y en ese día a la que más afecta es a Elizabeth, ya que le hiere el suyo al verse menospreciada por tal caballero.

CAPÍTULO VI

En la primera parte del capítulo Elizabeth y Charlotte comentan la actitud de Jane hacia Bingley y ofrecen diferentes puntos de vista: a Lizza le parece bien que, aunque su hermana esté interesada en el joven, sea discreta y no lo manifieste; su amiga, por el contrario, opina que es mejor que dé a entender que le gusta para que no haya dudas y pueda retenerlo. Como veremos más adelante, esta cuestión es crucial para el desarrollo de la novela.
Paralelamente, se observa un cambio en el comportamiento de Darcy hacia Elizabeth: si bien al principio no le gustó y la despreció públicamente, ahora le empieza a resultar atractiva, especialmente sus ojos, y sobre todo su carácter natural, espontáneo y desenvuelto.
Siente curiosidad por ella y por sus conversaciones y disfruta observándola; ella, por su parte, no se deja achicar y no va a permitir que la considere inferior y la pisotee. Por ejemplo, por mediación del señor Lucas, que es un señor conciliador, Darcy está dispuesto a bailar con ella; sin embargo, ella lo rechaza con coquetería. Se empieza a vislumbrar que a Darcy, acostumbrado a ser adulado por todo el mundo, le resulta atractiva la rebeldía y autenticidad de la joven.
La joven hermana de Darcy es una de esas personas guiadas por el interés que siempre le hace la corte y, cuando le comenta que estaba pensando en Lizza, le resulta extraño y empieza a ver en ella a una enemiga capaz de arrebatarle lo que ella está intentando conseguir, es decir, al joven guapo y rico que es el amigo de su hermano. Esta mujer es del grupo de las falsas y acepta también a Jane porque a su hermano le gusta, pero en realidad toda esa gente le resulta muy inferior y poco interesante y piensa que a Darcy le tiene que suceder lo mismo.

CAPÍTULO VII

Este capítulo empieza hablando de la situación económica de los Bennet: aunque aún estaban bien situados había un problema que va a dar mucho que hablar a lo largo de la obra, y es que, como no había herederos masculinos, la herencia del padre iría a parar a manos de un familiar varón, no la podrían disfrutar sus hijas. Esto me parece una terrible injusticia y es otro dato más de la discriminación y desigualdad que sufrían las mujeres en esa época. De ahí viene también el interés de la señora Bennet por casar bien a sus hijas, ya que, si no es así, vivirían en situación de precariedad.
La señora Bennet tiene dos hermanos: un hermano en Londres y una hermana que estaba casada en Meryton, y allí acudían con frecuencia las hijas menores en busca de cotilleos y tras los soldados que estaban pasando el invierno en la ciudad. Conocemos, pues, el interés de estas señoritas, se puede decir que no tienen altas miras, de hecho hasta su padre les llama tontas en su cara. Aunque también se puede concluir que su padre es un poco brusco y, en vez de tanto criticar, más le valía tomar alguna medida al respecto.
La señora Bennet sigue con su empeño de casar a Janne con Bingley, e inventa un plan para que se quede unos días con él en su casa, aun a costa de la salud de la joven. Se constipa por haberse mojado y tiene que permanecer en cama al cuidado de toda la familia Bingley; sin embargo, las mujeres no están realmente preocupadas por su enfermedad. Su hermana Elizabeth, que la quiere de verdad, irá a visitarle a pesar del esfuerzo que supone caminar por el barro. Al llegar a la casa, Lizzy es criticada por las señoras (bastante superficiales ellas) por su lamentable aspecto, pero Jane y el amigo de ésta la reciben con cariño y se alegran. Darcy parece que no se inmuta, pero, como se verá más adelante, la determinación de la joven y el cariño que siente por su hermana calan muy hondo dentro de él.
Finalmente, Lizzy se queda para cuidar a Jane, que se encuentra bastante grave y no puede abandonarla la finca. La situación promete...

CAPÍTULO VIII

Durante la estancia de Elizabeth en la casa de los Bingley, ésta sigue siendo muy criticada. El señor Hurst no puede entender que prefiera una comida sencilla a un buen guiso de carne o que prefiera la lectura al juego: no parece tampoco una persona muy inteligente.
Las mujeres la siguen criticando por la falta de finura en sus modales y por su aspecto físico al llegar tras la caminata, sin tener en cuenta el noble motivo que la llevó a su acción. También están en desacuerdo con su familia, a la que consideran vulgar. Siguen en su línea de alabar descaradamente a Darcy y todo lo que le rodea, como es su hermana y su finca Pemberley. Luego, aún tienen el valor de criticar a las que actúan con astucia para conseguir a un hombre, que es precisamente lo que hacen ellas a todas horas. Con este fin, cuentan maravillas de la hermana de Darcy, a la que consideran el ideal personificado en todos los aspectos. Ellas y el propio Darcy piensan que las jóvenes tienen que tener muchos conocimientos sobre música, idiomas, baile dibujo…, ante lo cual Elizabeth se revela y da su opinión, argumentando que es muy exigente en su concepto de mujer perfecta. Vemos, pues, que continúa siendo ella misma, sin máscaras ni dobles intenciones y, curiosamente, Darcy cada vez encuentra sus ojos más brillantes. Igual, en el fondo, concede más importancia a la inteligencia y a la naturalidad de una muchacha que no a todos esos saberes tan estudiados.

Por otra parte, todos excepto Bingley y Lizzy dejan de lado a la enferma, aunque de cara al público fingen estar muy preocupadas.