jueves, 15 de diciembre de 2011

¿Eres hombre?


FRAY LORENZO. Detén tu mano desesperada: ¿eres hombre? Tu aspecto clama que lo eres: tus lágrimas son mujeriles: tus actos locos indican la furia irracional de un animal: ¡mujer deforme en forma de hombre! ¡In forme bestia en forma de ambos! Me has sorprendido: por mis santas órdenes, creí que tu ánimo era mejor templado. ¿Has matado a Tebaldo? ¿Te vas a matar a ti mismo? ¿Y vas a matar a tu dama, que vive en tu vida, dejándote llevar del condenado odio contra ti mismo? ¿Por qué te burlas de tu nacimiento, del cielo y la tierra? Pues nacimiento, cielo y tierra, se reúnen los tres a la vez en ti, y tú a la vez quieres perderlos. ¡Vergüenza, vergüenza! Infamas tu aspecto, tu amor, tu ingenio; pues, como un usurero, abundas en todo, y no usas nada en ese uso verdadero que debía ser ornamento de tu aspecto, de tu amor, de tu ingenio: tu noble aspecto es sólo una forma de cera, muy lejana del valor de un hombre; tu ardiente amor jurado, es sólo vacío perjurio, que mata ese amor que juraste guardar; tu ingenio, el ornamento de aspecto y amor, se extravía en el gobierno de uno y otro, pues, como la pólvora en el frasco de un soldado inhábil, le pega fuego tu propia ignorancia, y tú te despedazas con tu propia defensa. ¡Vamos, levántate, hombre! Está viva tu Julieta, por cuyo dulce amor te morías ahora mismo: en eso eres feliz: Tebaldo iba a matarte, pero mataste tú a Tebaldo: en eso también eres feliz: la justicia que amenazaba darte muerte se hace tu amiga, y lo convierte en exilio: en eso eres feliz, un haz de bendiciones se posa en tu espalda; la felicidad te corteja en su mejor atavío; pero tú como una muchacha huraña y mal educada, frunces el ceño a tu fortuna y a tu amor: ten cuidado, ten cuidado, porque quien es así, muere de modo miserable. Vamos, ve a ver a tu amor, como estaba acordado, sube a tu cuarto y consuélala; pero mira que no te quedes hasta que salga la guardia, pues entonces no podrás pasar a Mantua; allí vivirás hasta que podamos encontrar el momento de revelar vuestro matrimonio, reconciliar a los vuestros, pedir perdón al Príncipe, y volverte a llamar con dos millones de veces más de alegría que el llanto con que partiste. Ve por delante, ama: saluda de mi parte a tu señora, y di que se dé prisa en hacer acostar a todos los de la casa, a lo cual estarán dispuestos por su grave tristeza: irá Romeo.