miércoles, 2 de noviembre de 2011

50. Oh labradores


Geórgicas, II, 458-474
Dichosos los labriegos que saben lo que tienen,
sobre quienes la tierra justísima derrama
del propio suelo fácil alimento, muy lejos
de discordias armadas. Si un alto palacio
de soberbia fachada no arroja una ola
por todas las entradas de clientes que saludan
desde por la mañana y contemplan pasmados
las jambas incrustadas de conchas suntuosas,
las telas con brocados, los bronces efireos,
y no tiñe veneno asirio blanca lana
ni al aceite de oliva corrompe la canela;
sí hay, en cambio, paz segura y una vida
sobrada de recursos y libre de mentiras,
y ratos de descanso en fincas anchurosas,
lagos de agua viva y espeluncas, mugidos
de los bueyes y frescos valles y dulces sueños
debajo de los árboles; allí están las selvas
los nidos de las fieras, la juventud sufrida,
de costumbres austeras, los misterios divinos
y los padres virtuosos; en ellos la Justicia
grabó al dejar la tierra sus últimas pisadas.